Hoy puedo escribir sobre enseñanza y educación desde dentro. Soy docente y padre. Ejerzo de los dos “cargos” desde hace mucho tiempo, casi simultáneamente. Y aunque lo que escriba no me autoriza a tener razón, al menos sí a reflexionar.
No ha sido fácil educar a mis hijos, que por fortuna terminaron sus estudios y trabajan. Son chicos normales, con ilusiones, con problemas, con ganas de vivir, educados, responsables... ¿qué puedo decir yo, que soy su padre? Pero ha sido un camino largo. Educar a un hijo es una tremenda responsabilidad. No se sabe cómo hacerlo. Se intuye por los valores que te han inculcado tus padres, y tratas que en tu herencia mejoren esos valores de educación, tolerancia, respeto por los demás en sus ideas, opiniones. Nos empeñamos en que conozcan y disfruten del bienestar en los lugares que frecuentan.
Siempre preocupados por los miles de peligros que acechan a la juventud. Desvelos, cuidados, mimos....
Y estudiaron. Los profesores les enseñaron materias útiles para engordar su conocimiento, pulieron su educación social, aprendieron de ellos cuestiones que en casa no les explicamos. Les completaron la educación con la enseñanza.
Pero es eso, educación y enseñanza no son la misma cosa, aunque sí están muy próximas.La educación es una carrera que comienza al nacer. La enseñanza la recibe en sus años escolares, y en los últimos, esencialmente, sacos de conocimientos que nada tienen que ver con la educación.
No dudo que los maestros antiguos (perdón por la expresión) enseñaran educación en las aulas. “Deja pasar a la gente ante una puerta”, “baja de la acera ante una persona mayor”, “cuando los mayores hablan, los niños se deben callar”, “procura no ensuciar el suelo”, “no chilles, chillar es de maleducados”, “habla de usted a una persona mayor siempre”, “habla con respeto, no uses palabras soeces...” Y también nos enseñaban materias enciclopédicas tan variadas, a veces, como pintorescas.
Pero la auténtica educación se aprende en casa. El niño imita en su infancia a sus padres, aprende comportamientos, conductas, razonamientos, después, y sobre todo, disciplina personal: Levantarse a sus horas, dormir sus horas, comer a las horas establecidas, mantener disciplina horaria en el estudio, aprender a distribuirse el tiempo, aprovechar cada instante...Aprende a saber estar, a contestar, a preguntar, a razonar.... Aprende a compartir alegrías, sufrimientos, momentos dulces y amargos... Aprende que la vida no es fácil, a luchar, a levantarse... Aprende a amar y a ser amado... Aprende desengaños, frustraciones, temores, miedos... Aprende a ser gozoso, feliz, a demostrar su contento...
Y eso no lo enseñan en la escuela.
Alguno pensará al leer esto que me he vuelto un “carca”, que soy más antiguo que andar para adelante. Todo es posible.
Pero si un niño aprende a hacer lo que quiera de pequeño, se adueña de la casa, monta su dictadura, difícilmente le pueden pedir a ningún centro, por especializado que sea, que “lo eduque”, lo más que puede pedirle es que “le enseñe”.
¿Es eso una parte del fracaso escolar? Me he propuesto escribir cuatro artículos más sobre educación y enseñanza analizando en cada uno de ellos los tres factores que intervienen en la educación y en la enseñanza: Padres, profesores, hijos-alumnos y el sistema educativo.
Javier López Iniesta.
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