Enseñanza y Educación II: Los Padres (Javier López Iniesta en revista "Valbón" de Noviembre 2010)
Los padres de los alumnos de hoy, fueron educados con la Ley de 1970. Una buen a Ley para los que querían o podían seguir estudiando cursos de bachillerato o formación profesional, pero limitadora para los malos estudiantes, los que tenían que trabajar pronto por ayuda familiar y para las mujeres (muy pocas estudiaron a través de esta Ley poco integradora)
Son los padres educados bajo el sacrificio de sus antecesores y a los que les faltaron cosas elementales cuando la vida empezaba a cambiar. De ahí la famosa frase: “que a mi hijo no le falta de nada”. Padres muy proteccionistas, que creen ver la fragilidad de sus hijos cuando ellos no lo eran, que no permiten que monten en bicis cuando ellos se rompieron los brazos mas de una vez, que no permiten que sus hijos vayan solos a la piscina cuando ellos se iban desde bien jóvenes al río ocultando el bañador a sus padres.
Padres muy exigentes a una sociedad, porque creen que la sociedad les debe su esfuerzo, su trabajo, sus penalidades. Y que son capaces de defender la integridad de sus hijos por encima de la campana gorda. Son padres que exigen una educación para sus hijos en la escuela, quizás, y a veces, más de la que ellos le dan. Padres resignados a las decisiones de sus hijos: “A ver... El niño no quiere estudiar esta evaluación, aunque me ha prometido que a la siguiente sí lo hará.”
Padres frustrados cuando cumplen sus hijos los 16 años y no saben qué hacer: “pues sabes lo que te digo..., que vas a ponerte a trabajar en lo primero que encuentres”, y cuando lo encuentra, exigen rápidamente sus derechos laborales, incremento de sueldo, horas libres y vacaciones.
Esos padres, que van a los bares con sus hijos, que le dan una moneda para que les dejen en paz mientras se toman su cerveza para la “maquinita” de rigor o para comprar cualquier “chuchería”, que por no oírlos llorar le dan la razón en todo, caprichos y sinrazones. Que por no decirles nunca que no, han dejado a los hijos montar su dictadura particular. Padres que luego exigen educación para sus hijos en la escuela.
Aunque también hay padres sacrificados, que no pueden más con la educación de sus hijos, que les supera, porque su hijo se muestra socialmente cómplice de sus compañeros de estudios, en donde se fija más que en su familia. Padres cansados de batallar, incapaces, y que piden ayuda a los profesores que no pueden dar respuesta más allá de sus obligaciones.
Padres que no controlan las llegadas de sus hijos a casa durante los fines de semana, y que desde edades tempranas de sus hijos, tienen asumido que estos van a llegar de madrugada. Ni siquiera saben en qué condiciones llegan, pues duermen hasta el medio día sin que se les moleste.
“A Fulanito le dan más los fines de semana...”; “a Beltranito le dejan salir hasta más tarde...”, y mil y un chantajes ideados por los jóvenes – como no podía ser de otra manera- en los que caen algunos padres, siempre por el prurito de que mi hijo “no va a ser menos que los demás”.
Hay padres, en cambio, que educan a sus hijos con su trabajo diario mostrándolo como un aporte social y no como una penuria. Que los educan para que sean más que ellos, más libres en sus decisiones futuras, menos dependientes que sus progenitores. Que “controlan” a sus hijos en todo momento, sabiendo qué hacen, con quiénes están y cómo se comportan socialmente. Padres que ofrecen a sus hijos empresas montadas, que sin ser boyantes, dan para vivir, que son seguidas por unos y despreciadas por otros.
Lo cierto es que es difícil educar a los hijos en la sociedad del “pelotazo”, donde se ha mostrado como patrón de imitación al rico de la noche a la mañana, que vivía dignamente y ha pasado a vivir indignamente enriqueciéndose, seguro, a costa del sacrificio de otros.
Y a los centros escolares van todos estos chicos, todos y cada uno, mezclados como ingredientes de un gazpacho portugués y que comienzan a fijar patrones de conductas escolares según lo que oyen y ven a diario entre sus compañeros. Que compiten por las marcas de las ropas más que por otras cosas, por aparentar más que los demás... Así es difícil para los profesores modificar conductas.
Los padres exigen calidad en la educación de los centros escolares, pero en realidad deberían exigir calidad de la enseñanza, porque educar, lo que se dice educar, es tarea que debe empezar en la familia, continuar en la sociedad y ser modificada, cuando sea necesario, por los profesores.
Ya, ya sé que es una utopía la educación perfecta, pero como poco deberíamos reflexionar si esto es así o no.
Javier López Iniesta
Hace 7 años
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